Calatayud ya vive inmerso en cuatro días de intensa alegría y devoción a San Roque
El sonido del chupinazo que ha encendido Carlos Navarro, representante este año de las diez peñas, ha desatado la emoción en los más de 5.900 peñistas.Las nubes cubrían el cielo bilbilitano pero los colores que caracterizan las fiestas más populares de Calatayud se han apoderado de la plaza de España. Del corazón de una ciudad que durante cuatro días se transforma para perpetuar las celebraciones por San Roque.
Esta tarde, la tarde del chupinazo, no la va a olvidar Carlos Navarro, el Peñista del Año. De Los que Faltaban de toda la vida, ha dejado en casa su camisa verde, sin pena ni fastidio, sino con la satisfacción de poder lucir la confeccionada con los colores de las diez peñas.
Ese es el mejor premio por su dedicación, por su colaboración, por sentir, y trasmitir los valores sanroqueros. Esos que, aún con la evolución de los tiempos, conservan los pilares sobre los que se apoya la devoción al protector de la peste en la capital bilbilitana. De ella hay referencias escritas en 1523.
Desde la balconada de la Casa Consistorial, la imagen de San Roque y su Cofradía ha presidido la escena de una plaza a rebosar con personas que cantaban, reían, saltaban, y lloraban de alegría, o al recordar mirando hacia arriba a los que ya no están.
Desfile más ágil por la Rúa
En la memoria colectiva y en las colecciones fotográficas hay instantáneas del desfile de todas las peñas con sus charangas descendiendo por la Rúa de Dato para distribuir el jolgorio de estas primeras horas por el centro de la ciudad. Era una propuesta en la que se había insistido este año desde Interpeñas, que ese pasacalles fuese más ágil. Los más pequeños, del Desbarajuste que cumple 65 años, abrieron la comitiva con la Cofradía. Los de azul de la Euqor, (Roque al revés) les seguían. Y tras ellos los peñistas de la Unión. la Garnacha, la Bota, la Rouna, la Solera, la Nogara, el Chachirulo y Los Que Faltaban, que cerraban este paseo con tantos ritmos como peñas y charangas.
La Cofradía y los cofrades
El inicio de estas fiestas quedará también en el recuerdo de un jovencísimo Martín Peña Larriba. Es el preboste saliente. En su casa, con su familia ha estado el co-patrón de los bilbilitanos durante todo este año. Mañana se despiden para trasladarlo a otro hogar. En la plaza del Fuerte, Sandra Serrano Marín, la preboste entrante, espera ese momento que vivirá con la alegría de quien recibe a un nuevo miembro en la familia.
Este es uno de esos ritos que pasan más desapercibidos entre el bullicio, las actividades de Interpeñas, la variedad musical de las diez charangas y las peñas, pero es de esos hilos que conectan las fiestas que son hoy con lo que fueron. Que unen a los que esperan estos cuatro días por lo que tienen de fiesta sin descanso, con los que los viven por la fe y la devoción al santo que protege a los bilbilitanos. Para él, y con su nombre hace siglos, en lo alto de un cerro construyó su ermita. Encalada y sencilla es visible desde cualquier punto de la localidad.
La romería más original
Hasta ella han subido al atardecer y con la fresca del día cientos de bilbilitanos desde el pasado 1 de agosto. Antes de cruzar su puerta y cantar los gozos al santo han tirado de la cuerda que hace sonar el campanico. Este no dejará de tocar en la noche y madrugada del próximo 16, día de San Roque.
Entonces se perpetuará el que es seguramente el momento más tradicional de estos festejos. Es cuando la Cofradía de San Roque acompañada por la Corporación municipal, por la iglesia, las peñas, charangas y todo aquel que quiera, suben por las calles estrechas del barrio de San Roque al ritmo de las charangas, para escuchar la misa, cuando todavía no ha amanecido. Con las luces del alba la peana entre bailes volverá a descender dibujándose una preciosa escena que como recordaba el historiador Carlos de la Fuente, inspiró composiciones como “Una noche en Calatayud”, del compositor de Alhama de Aragón Pablo de Luna.
A medio camino, en la era de la cofradía sus miembros repartirán el chocolate con los famosos bizcochos de Calatayud que reconstituyen el cuerpo y el ánimo de quienes llevan sobre sus hombros cuatros días y noches de conciertos, competiciones, disfraces, verbenas, pasacalles, toros, vaquillas, cenas, comidas y recenas, en los locales de las peñas, en plazas y calles, en el Paseo.
70 años de Muñecos de Capea
En la plaza de España, ese 16 a primera hora de la mañana pedirán al alcalde las vaquillas. Otra de esas señas de identidad de estas fiestas declaradas desde octubre de 1994 de Interés Turístico Regional, y a las que se fueron incorporando atractivos como la creación de los conocidos como muñecos de capea.
Realizados con cartón, gomaespuma, corcho y otros materiales blandos, serán los que toreen las reses que salgan al coso bilbilitano en la tarde del viernes. El paseo de todos los muñecos hasta la plaza es digno de ver porque además las celebraciones irán llegando a su final.
En sste 2024 esta actividad cumple 70 años, y personas como Manuel Benedí están contribuyendo a que esta costumbre no se pierda. Sirve además de entretenimiento en los días previos al inicio de las fiestas a quienes participan en este concurso. Hay más concursos, y más nuevos. El de autos locos y el de patinetes eléctricos atraerán a numeroso público el día 17.
Esa noche, más bien ya en la madrugada será cuando se ponga el punto y final al San Roque que este año quiere hacerse sentir y quiere hacerse notar para lograr ser reconocido como Fiesta de Interés Turístico Nacional. Atractivo tiene y se nota en una ciudad que puede alcanzar estos días además de casi 6.000 peñistas, unas 30.000 personas.